Un año puede ser la diferencia entre un bebe que nace a la vida y otro que ya gatea y se pone de pie ayudado de una silla o la pata de una mesa, incluso hace solos, equilibrios sin sostenerse. Una bebé que apenas llega al mundo y quiere dejar los ojos cerrados; la luz, de seguro, aún le estorba un poco, un año después ya está lista para, en muy poco tiempo, dar el primer paso sin ayuda de nadie. O entre pasar a tomarte una cerveza al escondido de tus progenitores, a hacerlo sin tener que esconderse de nadie. O entre dejar de partirse el lomo y empezar a recibir la mesada pensional. En 365 o 366 días pasan muchas cosas.
Eso es el tiempo, esa manera que se inventó la humanidad para poder marcar el paso de un estado a otro, de un lugar a otro. Para querer decir que ya no eres un niño o adolescente; eres un adulto o una vieja. Es invisible el tiempo, pero tan necesario para ordenar todo lo que se entiende como sociedad: cumplir compromisos, entrar a trabajar, empezar o terminar de estudiar y quizá leer un libro o dejar que los compases de una canción se deslicen por nuestros oídos. ¿Podríamos concebir el mundo que nos rodea sin la noción de los minutos y las horas, los días o los años? Nosotros no, y menos los vendedores de relojes, pero nuestros antepasados sí lo concibieron y, parece ser que no les fue muy bien, porque si no, no existiría el calendario.
El hecho es que este blog recién cumple un año, nadie daba un peso por mí, ni siquiera yo mismo. La frase anterior pretendía efectos dramáticos, pero la verdad, después de pagar hosting por dos años y dominio por uno, algo tenía que hacer con esta bendita página, y eso era escribir.
Hay gente que lo hace, hacen alboroto por su cumpleaños desde una semana antes y ni qué decir del mismo día de la efeméride, por fuerza hay que felicitarlos, qué tal que no. De otro lado, hay gente a la que no le gusta que la feliciten ni le hagan nada, algunos ni regalos quieren. En fin, esto es el mundo. Yo, por ejemplo, estoy en la mitad de los extremos. Sin embargo, sí quería darme algo de autobombo un año de Lecturas Incorrectas. Al fin y al cabo, no es poca cosa tener treinta y cinco entradas o artículos en la página a lo largo de este año y puede decirse lo hice sin la ayuda de la escritura genérica de la inteligencia artificial, que va muy bien para blogs de recomendaciones tecnológicas o para finanzas personales, de viajeros y destinos de viaje, reseñas y comentarios de películas o series, recetas o consejos culinarios, y así. Incluso puede ir bien para comentarios de libros, si se pretende algo impersonal que a la larga deviene en insustancial en el sentido literal del término, es decir, sin sustancia, sin sabor; sin salero, se diría en otras épocas. Pero ese no es mi caso. No me sentiría bien escribiendo de esa manera.
Confieso dos cosas que pensé antes de iniciar el blog, la primera, un poco vergonzante, que sería una escritura, la mía, más estilo Claudio Magris o Roberto Calasso, ingenuo de mí, que tengo como profesión la de contador y que, para efectos literarios o intelectuales, soy casi un autodidacta. A Florencia, Venecia y Milán todavía las conozco en fotos y mi cultura musical está marcada por las líricas de Rubén Blades, Tite Curet Alonso o Ariel Rot, maestra vida camará, te da y te quita, te quita y te da. Así que por ese lado no fue, ese tono erudito no fue. Salió el mío, mi tono, que algún mérito tendrá, uno de ellos creo puede ser, que es de alcance familiar y algo popular, que puede producir, aunque sea, una sonrisa. No hay solemnidad, lo reconozco, pero para la solemnidad está el trabajo o están los rituales de cualquier índole. Quizás se deba también a la temática, no me ocupo, no es mi campo de conocimiento, de las vanguardias artísticas europeas de lo que sea, lo mío va de perrito criollo o gozque. Entre cultura popular y literatura con un pseudo intelectualismo enrasado en Billy, Wilder y Holiday, el jazz latino y la bossa-nova. O algo parecido, tampoco es que lo tenga muy claro.
La otra confesión es que pensé que sería más fácil, porque tenía algún material, sobre todo de reseñas y comentarios de libros previamente escritos, así como algunos escritos de ficción, pensé que podía abrir el blog y echarme a dormir seis meses, pero nada, no se pudo. Tocó trabajar desde antes porque el inventario se agotó rápido. Ya lo mencioné alguna vez en este, su blog, que escribir no es fácil y que son varias horas las que hay que dedicarle a que un artículo salga bien. Esto me ha tomado más horas de lo que pensaba, y la verdad no me molesta. Lo único es que he temido ser inferior al reto, además de que mi pudor literario me ha impedido darle mayor alcance y divulgación a este, su blog de confianza.
Pensé, para este escrito relativo al año, mencionar a las personalidades literarias, musicales y artísticas que abandonaron la esfera de lo que tiene carne, sangre y palpita y que luego se transforman en memoria y recuerdos (una especie de obituario, aunque bueno, eso ya lo hicieron con lujo de detalles los periódicos en su momento), pero me temo que me he metido a otros lotes, lo cual no es de extrañar, porque tampoco tenía muy clara la ruta, el camino de este artículo estaba oscuro y mal iluminado. Lo que sí quisiera nombrar, aunque no lo deseara, es que en el último año por desgracia comenzó otra guerra, como si no hubiera ya muchas en el globo terráqueo, como si ya los dolores no colmaran en demasía el nivel de tolerancia de los seres humanos, es decir, de las víctimas.
Malditas las guerras y en mi cabeza para ellos, para todos los que promueven y patrocinan, ordenan y desean las confrontaciones, todos los epítetos y descalificativos, aunque a ellos no les importe, valga decir que ellos tampoco me importan. Lo siento, me exalté. Porque si continuamos con la metáfora del tiempo, solo bastaría pensar en el poquísimo tiempo que toma comenzar una guerra y en lo mucho que cuesta darle fin, en el costo de ese fin y en las pérdidas de toda índole. Y qué tal eso de graduar de enemigo a alguien que no conocemos. En fin, termino aquí para no salirme más de la ruta, porque no tengo quien me traiga de regreso.
Quiero dar gracias a todas y cada una de las personas que, primero, han leído los diferentes artículos y notas, me quedo corto en la gratitud. Por supuesto, a mis dos invitadas, Catalina Acosta y Tathiana Pinto Mesa, quienes buenamente se brindaron en su faceta como escritoras para responder a algunas de mis preguntas con respecto a su obra literaria. También a quienes me han dado palabras de aliento y han participado con sus comentarios y aportes, mayormente en lo privado. Gracias porque sin su lectura la escritura es solo un monólogo en mi cabeza.
Un año es mucho tiempo, es verdad, pero también es poco. Dentro de un año debo decidir si sigo pagando el hosting o si dejo marchitar esta página como si de un capricho temporal se tratase. Por fortuna, no es una decisión que deba y tenga que tomar ahora.
Por lo pronto, no me queda más que seguir escribiendo, esa es la única certeza y con ella me conformo y me alimento. Gracias de nuevo por su tiempo, comencé hablando del tiempo finalizo con él. Al fin y al cabo, la existencia también está llena de circularidades, finales y nuevos comienzos. La vida es incesante, como el tiempo.
(2024)
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