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Un realismo más sucio. "Nostalgia de otro mundo", de Ottessa Moshfegh. Audiolibro. Literatura norteamericana contemporánea.

Updated: Sep 23

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Se dice que la corriente literaria denominada realismo sucio surgió a principios del siglo XX y tuvo su mayor exposición entre los año 70 y 80, principalmente con autores norteamericanos y algunos latinoamericanos; pocos europeos, principalmente de España.


Esta corriente del realismo sucio se caracterizó por tener una prosa sencilla, sin muchos adornos. Con objetos de estudio que exploraban lo cotidiano tanto en temática como en ambientación, con unos personajes que tenían más sombras que luces si de moral estamos hablando. De esos autores que explotaron esta corriente se encuentran, de los que he leído, Richard Ford, Raymond Carver, Charles Bukowski, Zoé Valdés, cubana; los otros tres, norteamericanos.


La obra, y la autora, de la que vamos a conversar ahora no es precisamente una representante de aquella corriente literaria, es mucho más joven que los autores mencionados previamente (41 años cumplidos) y también es norteamericana. Cuando leí los primeros cuentos de este libro, se me vino a la cabeza esa expresión de realismo sucio. Más adelante comentaré porqué específicamente.


Nadie me la recomendó, ni la conocía por ninguna entrevista. Ella vive por allá; yo por aquí. Llegó a mis oídos por un audiolibro de Penguin Random House cuando simplemente me hallaba en la búsqueda de voces femeninas, es decir, literatura escrita por mujeres. No por ninguna situación de paridad de género(sea dicho que con estas búsquedas se consigue indirectamente ese objetivo, lo cual me parece bien), aunque debo reconocer que mi biblioteca está formada principalmente por obras escritas por hombres. No, mi intención era, y es todavía, explorar la manera en cómo se desarrollan las prosas escritas por mujeres, cómo abordan lo femenino y lo masculino, con qué tipo de sensibilidad lo hacen, etcétera. Reservé el libro con temor a que fuera cualquier cosa, menos bueno. No quise buscar información en internet para no llenarme de prejuicios innecesarios, solo leí la «solapa» y la publicidad de la propia editorial que, convengamos, dista de ser objetiva como no lo es la de ninguna editorial comercial, sobre todo si hablamos de Penguin, que más que un pingüino parece un pulpo de ventosas poderosas, pues su intención es agarrar al lector por la solapa para que consuma el libro.


Ottessa Moshfegh (Boston, 1981) Es hija de una madre croata y un padre judío iraní. Se cuenta que en su juventud tuvo problemas con adicciones y alcoholismo, su vida personal a nadie le debería importar, sin embargo le da más sentido y verosimilitud al libro del que vamos a conversar.



Ottesa Moshfegh, con cerca de cuarenta años de edad, en una fotografía de medio cuerpo visitiendo una blusa oscura de manga de tiras. Está de pie mirando de frente y sosteniendo con su mano una puerta de vidrio entre abierta
La autora. Imagen tomada de la página web de la editorial

Nostalgia de otro mundo (Audiolibro, 2022) Penguin Random House Audio y en la edición impresa de Alfaguara (2022). Es una colección de catorce cuentos de corta y mediana extensión con, tal vez, uno largo, « El muchacho de la playa». Casi la totalidad se desarrollan en la geografía norteamericana, por diversos estados, salvo el último cuento, «Un lugar mejor», que se localiza en un paraje y épocas indeterminados, frente a la singularidad de los otros textos, este es el más insólito, tiene tinte de siniestro cuento de hadas; en él rastreo una metáfora o simbolismo de algo que todavía no me atrevo a dilucidar. El resto de cuentos los ubico a finales de los 90s y la primera década de este siglo.



¿Cómo está escrito?


La autora muestra una gran solvencia en el uso de las diversas tipologías textuales, es decir, se mueve en lo narrativo y descriptivo, pero también hace un uso verosímil de los diálogos. La voz narradora predominante es la voz en primera persona para narradores personaje, excepto en tres de los cuentos, «Una mujer honesta», «El señor Wu» y «El muchacho de la playa», donde el registro pasa al narrador en tercera. Los textos son contados desde perspectivas de personajes tanto masculinos como femeninos e incluso un personaje transexual. Asimismo, los protagonistas son mayormente adultos y en algunos cuentos aparecen personajes adolescentes. El reclamo en este asunto de las edades, es que algunos de los caracteres son adultos que superan los sesenta años de vida, sin embargo, esto no se percibe completamente en el cuento respectivo, «El muchacho de la playa» sería el ejemplo. Es así como noto un problema de estrategia narrativa que no funciona completamente cuando se trata de la voz, actitudes y acciones de los denominados adultos mayores.


Pero en donde verdaderamente está el núcleo de lo que tiene más valor en este libro de cuentos es en la ambientación, las descripciones de espacios y personajes. No hablaré de que en este apartado hay belleza en lo que se denomina retórica literaria. No, hay otra cosa. Tampoco es belleza en el entendido de lo bello, de «la perfección en las formas» o en lo que «complace a la vista o al oído», tal y como es definido en el diccionario de la RAE; al contrario.

Es así como la ambientación y las descripciones se podrían considerar tan importantes como los personajes para este universo que creó la autora.


Cuando menciono que no hay belleza retórica, quiero decir que, lo que se describe, se hace con sencillez, sin palabras o adjetivación ampulosas, que a lo sumo los recursos más usados son el símil o la metáfora sin pretensiones poéticas.



De qué va el libro, qué hay con ese universo que se mencionó antes 


Cuando inicié la escucha (y meses después la lectura) del primer cuento titulado «Me estoy cultivando», me topé con una profesora de matemáticas separada(Miss Mooney), trabajadora de un colegio católico que le ayudaba a hacer trampa a los estudiantes para a que pasaran unas pruebas estatales. La profesora con novio, pero solitaria, era la misma que cuando se emborrachaba, y no eran pocas veces, llamaba a su ex marido. Luego me encontré con «El señor Wu», otro solitario enamorado de la encargada de una sala de internet y que periódicamente pagaba el servicio de prostitutas para darse cuenta de que era muy pudoroso para desnudarse y que se asqueaba con facilidad.


Y así se va desenrollado esa fauna social que hace parte de una clase media solitaria, con aspiraciones y sin ellas, con tedio y sin él. Solitaria a pesar de que en algunos casos tiene pareja, que se mueve en unos registros oscilantes entre su particular sentido de la ética y su moral brumosa, inevitable e inconsciente. Personajes que al principio me repelen como lo haría la cínica caricatura de una sociedad que así se comportaría, si no estuviera reprimida por aquello que se denomina lo políticamente correcto. Al final de cada historia terminaba teniendo compasión por ellos y también una pizca de simpatía.



Carátula de la novela Nostalgia de otro mundo, en la aparecen sobre un fondo oscuro un conjunto de flores de diverso colores y que parecen marchitas. En lo que es una pintura del artista filipino Olan Ventura
Portada de la edición impresa de Alfaguara.

Y es que en Nostalgia de otro mundo no hay que hablar solo de los personajes como se mencionó antes. El otro componente importante de todo es la ambientación, las descripciones. En estas todo es exacerbado, la decadencia física y moral, pero también los espacios: hay suciedad, olores desagradables, pelos grasientos, pelucas grotescas, dientes cariados, dedos mugrientos, alcohol y cocaína y restaurantes pringosos. A esto me refería cuando al principio asocié la corriente «realismo sucio», con las historias que componen este colección de cuentos. La asociación, de hecho, se debió más que a la corriente literaria, a la calificación de estos textos, que como se ve, tienen su desarrollo en unos escenarios, y también unos personajes, por qué no, verdaderamente sucios en un sentido literario y estético.


Sin embargo debo decir, en primer lugar, que frente a los postulados de lo que se llama realismo sucio en literatura, Ottessa Moshfegh, esta representante de la literatura norteamericana contemporánea, se sale de esta corriente, pues la prosa de la autora, no es lo que se pueda decir básica. Hay un trabajo en la caracterización, ya se dijo, de espacios y personajes, porque ello es valioso como determinante del universo temático y material en el que se desenvuelven.


Y en segundo lugar, a medida que avanzaba en la «lectura» de la segunda mitad del libro, tanto personajes como ambientaciones, se fueron morigerando, o esa fue mi impresión. Ya ni los personajes ni los espacios eran tan cargados de la decadencia de las primeras historias, sin que los protagonistas dejaran de ser inconscientemente desesperados ni perdidos en el sentido de sus propios principios morales, ni tampoco que desistieran de sus búsquedas vitales de un mundo perfecto para ellos. Pasó eso, o que yo finalmente me termine familiarizando con toda esa fealdad, de tal forma que ya no me pareció que lo fuera, como cuando uno se acostumbra al ruido que hace la nevera cada vez que pone a funcionar su motor, tanto que tal vez, solo tal vez, se da cuenta cuando dejó de emitirlo.



Notas para un final de reseña


Nostalgia de otro mundo, es un libro singular, escrito por alguien que es capaz de imaginar y recrear ese universo que enseña nuestra parte más decadente sin que necesariamente los personajes sean criminales. Es capaz de ver la fealdad que de pronto otros no sabemos, o no queremos ver. En ese sentido me recuerda a Rubem Fonseca (Minas Gerais 1925- Río de Janeiro 2020), quien también supo retratar las sombras de la sociedad, aunque justo es decirlo, algo va en perfilar personajes de moral borrosa y criminales como lo hizo Fonseca, a personajes extraviados en sus propios asuntos éticos y sin el componente criminal, como los de Moshfegh. ¿Vale la pena leer esta colección de cuentos? yo le diría que sí, pero con la disposición de hacer un pacto con los personajes y el mundo en el que viven.


Al final puede quedar la sensación de que hay algo de afectación, de exceso en toda esa decadencia descrita por Ottessa Moshfegh, algo que incluso puede rayar con los límites de lo verosímil. Pero no se puede negar que el universo en el que se se desenvuelven, tanto personajes como historias, es un universo que les pertenece, fuera de él no podrían existir. En la singularidad de ese microcosmos tienen todo lo que literariamente les pertenece, fuera de él serían piezas extrañas. Aunque si despojamos a los personajes de toda la parafernalia formal y de la atmósfera cargante en la que se desenvuelven, seguro encontraremos seres temerosos en una permanente fuga, en una constante lucha contra sí mismo y lo que los rodea. Una clase media que quiere volar por encima de sus propias miserias en busca de su redención vital. Y a fin de cuentas, de esos sí tenemos muchos en este mundo, quizás usted y yo también estemos allí retratados.





2 Comments


Mauro, qué buena reseña. Como de costumbre, nos presentas autores ajenos a nuestra cotidianidad. En este caso reconozco solo a Fomseca, a Carver y tengo un vago recuerdo de la novela «La cazadora de astros» de Zoé Valdés. Tenés también esa virtud «sui generis» de moverte entre las formas multimedia de la lectura contemporánea y eso sin duda marca una línea importante en tus reflexiones. Me quedo con esa idea ambigua de que tal vez supiste honrar el pacto como lector y «la suciedad» terminó por hacer parte del paisaje a medida que avanzabas en la lectura. Pregunta de rigor para un melómano empedernido: ¿qué influencias o ritmos lograste captar en esos cuentos de Ottesa Moshfegh?

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Replying to

Antes que nada gracias por la lectura y el comentario, Leo. Sí, quedé con la duda de si es que los personajes comenzaron a ser menos agrestes o yo me acostumbré al universo de los cuentos.


Ottessa Moshfegh, curiosamente comenzó estudiando piano, su madre es pianista y profesora de piano, pero a los catorce años entró a un taller de escritura y la música perdió a una pianista. Sin embargo, poco alude ella a la música en estos cuentos y si lo hace es de manera genérica, cuando algún personaje va a un club nocturno o sintoniza una emisora. Solo en un cuento menciona a Debussy, Camille Saint-Saëns o Ravel. Por mi parte es difícil conectar estos cuentos con algun…

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