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Lecturas de vacaciones (II). Literatura británica del siglo XX. El sueño de Bruno, de Iris Murdoch.

Updated: Mar 17


Libro abierto cubierto de hojas de otroño


En las redes del amor la araña hace lo suyo

(Sobre El sueño de Bruno. Penguin Random House Audio. Audiolibro (2022) por Iris Murdoch)


Durante toda la novela estuve expectante de saber cuál era ese tal sueño de Bruno, un hombre muy viejo y decadente y monstruoso, postrado en su cama dejando pasar los días de agonía de su existencia. Al final del audiolibro creí entender cuál era ese sueño. También al final de esta reseña daré a conocer mis presunciones.


El sueño de Bruno (1968), con la autoría de la escritora británica, Iris Murdoch (Dublin, Irlanda (1919)-Oxford, Inglaterra (1999)), tiene una corteza de melodrama, es más, si me apuran, cuando iba en el 70% de su audición, pensé mucho en las telenovelas, sobre todo las mexicanas, que tenía eso embrollar las historias y hacerlas complejas hasta el paroxismo para luego llegar a un final, digamos que satisfactorio para la audiencia, en donde ganan los buenos y se castiga a los malvados. Pero no nos engañemos, El sueño de Bruno no es una telenovela y su fondo e interpretaciones tampoco son básicos como los de un culebrón ni tiene personajes buenos ni malos en el entendido de la moral de las telenovelas. Por eso mencioné para el libro aquello de la corteza, por tanto, la parte más exterior.



Irisi Murdoch con aparentemente 60 años de edad en una fotografía en blanco y negro tomada hasrta sus hombros y en los al forndo aparece una ciudad con construcciones bajas excepto por un palacio de grandes dimenciones con torres en cada uno de sus cuatro lados.
Iris Murdoch


Toda la novela es un microcosmos (toda novela también), una muestra de análisis de algo más grande, para luego inferirla hacia el resto de la sociedad. Un grupo de personajes, algunos excéntricos e impredecibles; otros «convencionales», por no decir normales ¿hay alguien normal en este mundo? ¿Existe algo llamado la normalidad cuando de comportamientos y actitudes humanas se trata?


Como ya se mencionó antes, hay un personaje, Bruno, viudo quien, además de lo anteriormente dicho de él, toda su vida estuvo obsesionado por las arañas, tiene libros especializados y enciclopedia que tratan del asunto.


En la misma casa de Bruno viven Danby, su yerno, y quien se apersonó de la empresa familiar debido a que nadie más de la parentela lo quiso hacer. También allí vive Adelaide, encargada de la casa como una asistenta, además de amante furtiva de Danby. Finalmente, habita aquí el excéntrico gemelo Nigel, quien asume los cuidados personales de Bruno.


En otro vecindario de Londres vive Miles, intento de poeta e hijo de Bruno, quien desde hace tiempo tiene una relación distante con su padre. Convive Diana, la pareja de Miles y también Lisa, la hermana solitaria e indecisa de Diana, y por ende, cuñada de Miles.


En otro vivienda se encuentran Will, hermano gemelo de Nigel, el cuidador de Bruno y la vieja tía de Adelaide, quien se cree una princesa rusa y habla con acento ruso. Realmente la tía no es la tía de sangre, ella por compasión se hizo cargo de los gemelos Nigel y Will, pero también de Adelaide, que creció con ellos.


En el terreno de lo inmaterial o metafísico o en la patria de los recuerdos, constantemente vuelven a la vida, por virtud de la memoria de los personajes, Gwen la malograda hija de Bruno, mujer de Danby y hermana de Miles. Parvati, la esposa fallecida de Miles. Llegan también Janie la esposa, muerta por enfermedad, de Bruno y madre de Miles y, finalmente, Maureen una amante fugaz de Bruno de cuando estaba casado.


¿Por qué menciono esta lista de personajes que quien está leyendo esto luego no los va a recordar o no le va a importar olvidarlos? O lo que es peor, ¿puede que le parezca innecesario y poco aportante para la reseña? En realidad no son tantos personajes o, es decir, lo son, pero no tantos como los de Cien años de soledad o los incontables personajes fugaces y meteóricos de Manhattan Transfer, de John Doss Passos.


Los menciono porque la novela, salvo algún personaje circunstancial, que no pasarán de ser uno o dos, como dice el lugar común, se mueve única y exclusivamente para ellos y por ellos. Es como si la autora los hubiese creado para un juego de rol, como los Sims, por ejemplo, los hubiera metido en un escenario prefabricado londinense compuesto por la casa de los personajes, algún salón de baile y un cementerio, un parque o un café, una planta de producción de libros o tipografía y, también, los fragmentos de alguna calle, la boca de salida de una estación del metro y algún sector del río Támesis. Algo así como The Truman Show (1998), la película estelarizada por Jim Carrey. Los personajes mencionados, los lugares físicos y la patria de los recuerdos, son los ingredientes de El sueño de Bruno.



¿Qué pasa después? ¿Cómo se amasan estos ingredientes?


Cuando estaba preparando estas líneas escribí en dos columnas los nombres de los personajes en un papel porque, al abordar la obra mediante audiolibro, podría escaparse alguno de mi memoria. Luego de eso, a la manera de algún ejercicio de unir las parejas, inicié el trazo de líneas que los relacionaba a uno con otros afectivamente. Las líneas fueron multiplicándose y sobreponiéndose porque a lo largo de la novela, los personajes fueron dejándose llevar por la pasiones amorosas. Y es que esta novela se narra a partir del amor eros, el amor más popular de las canciones, películas, literatura, teatro, danza y así podría seguir. El dibujo que me quedó luego de trazar todas las líneas, fue algo similar a una tela de araña, no por su belleza geométrica, sí por la manera en cómo se conectan los puntos, pero sobre todo, por su valor simbólico de trampa para quienes caen en ella.


Antes de continuar con esta idea, hablemos de cómo está escrito el libro.


Narrada en tercera persona El sueño de Bruno, esta obra de la literatura británica del siglo XX, se encuentra más cerca de la novela clásica sin pretensiones en la forma, una tercera que acompaña a cada uno de los personajes. Sin embargo, hay predilección por unos más que por otros. Clásica también porque el tiempo es lineal, comienza en A y termina en B. Hay descripción precisa y breve de espacios y personajes, es decir, una preocupación por la ambientación.



Portada del libro El sueño de Bruno en la que aparece la cara de una  mujer de cerca de treinta años con los labios pintados de rojo y formando volutas de humo  como si estuvieses fumando. todo sobre un fondo blanco
Portada de la edición por Penguin Random House


Los diálogos en general están muy bien manejados, pero cuando la tercera le presta la voz a los personajes, sobre todo cuando ellos están en medio de sus conversaciones y declaraciones de amor, el tono es pomposo y afectado, lo cual lo hace parecer poco natural. Debo reconocer que el recurso del diálogo de parejas que hablan de amor es difícil, lograr la naturalidad sin caer en la afectación requiere trabajo. Sin embargo, tal vez en la vida real los seres humanos tengamos ese tono declamatorio. Piensen o recuerden cómo hablaban de amor con sus parejas y seguro se darán cuenta. Pero la literatura no es la vida real, aunque aspire a ella, beba de ella, viva de ella y por ella.


Otro recurso que se usa bastante en la novela son las preguntas retóricas que surgen de las emociones de los personajes. Me declaro fan y partidario de estas preguntas, de hecho las uso mucho en los escritos que han surgido para este, su blog de confianza. Me gustan porque a la vez que emergen como inquietudes de los personajes, estas, por arte de conexión con lectora y escucha, pasan a convertirse en interpelación para nosotros o como si nosotros también las formuláramos.


De otro lado hay un cierto aire de teatralidad en los personajes, en la manera, la forma en cómo desfallecen por el amor o el desamor. Esos escenarios prefabricados que mencionaba arriba entran en juego con la manera en cómo estos viven las gracias y desgracias de ese amor eros. ¿fue intencional en la autora inventarse emociones de bolero corta venas o de vallenato pop? No sabría decirlo y no me tomé el trabajo de averiguarlo tampoco. En este punto la novela tiene aire de siglo XIX o de mala copia de Emily Brönte. Es una novela de madurez de Iris Murdoch que, para quienes no saben de ella, fue además una intelectual muy valorada en su momento. Así que ese efecto paródico del amor, puede ser fácilmente intencional.


Hablando del amor y otras arañas, volvamos a cuando estaba escribiendo, hace dos párrafos, de las líneas de cruce de todos los personajes. Pasa en la novela, hay explosión de emociones en toda su extensión. El narrador omnisciente penetra en lo que sienten los personajes, en su amor, obsesión, pasión, despecho, odio. Caracteres que viven vidas ordinarias y terminan enajenados por el enamoramiento, así como también al borde de la muerte emocional por las rupturas, incluso en pleno mediados del siglo XX dos de ellos se retan a duelo, Danby y Will. Lo que confirmaría esa teatralidad intencional de la autora. Como podrán intuirlo hay de todo, el hombre se enamora de la cuñada, el viudo, con una aventura a cuestas, se enreda, además, con una mujer casada. Otro personaje declara violentamente que ama a una mujer desde que eran niños. La casada engaña al marido con el que fuera el cuñado de este. Todo deriva en algo así como un «Tongo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabe, Bernabe le pegó a Muchilanga», una retaila. No obstante, hay dos personajes,( o tal vez tres) que se excluyen de todo esta puesta en escena, porque aunque implicados, no se pierden a sí mismos. El primero es Bruno; el segundo, el estrafalario Nigel; la tercera, Lisa.


Bruno, el hombre de las arañas, porque quiere, en primer lugar, morir reconciliado con su hijo y su pasado, ser perdonado por sus errores. No desea morir en soledad, no obstante que su tiempo para el amor ya pasó. Nigel, Nigel es Nigel, nadie lo entiende. Escurridizo como un roedor, silencioso como la brisa. Un cupido a la inversa. Como una deidad que tuerce premeditadamente el destino de los otros. Los sigue, los escucha, sabe de sus miedos y motivaciones, conoce de sus amores furtivos. Junta y separa parejas en medio de sabotajes licenciosos. Habría que mencionar también a la impredecible Lisa, la hermana de Diana, cuñada de Miles, quien a su vez es el hijo de Bruno. Lisa pareciera que es capaz de amar, pero también es inasible, se entrega casi por caridad con el otro. Esta mujer tiene descaro con una pizca de relativismo moral. Es por ello que quizás estos tres son los personajes más interesantes para mí, por su singularidad, se salen de las aspiraciones prosaicas de los otros.


La novela en términos generales me gustó sin que sea para tirar voladores, a pesar de su estructura simple. Me gustó la manera en cómo la autora experimentó con este teatro de la humanidad, cómo a partir de esta obra podemos revisar estos matices del eros. En medio de la aparente simpleza, la obra va construyendo un thriller amoroso. Todo ese microcosmos de personajes que se mencionó al principio dibujó un caleidoscopio de las relaciones de pareja con todos sus matices.


¿Cuál era el sueño de Bruno?


Era amar y ser amado. Bruno al final de sus días, en medio de esa lucidez que se iba apagando, entendió que no supo amar a su mujer, que traicionó su confianza, con lo que después no pudo experimentar ese sentido del amor, comprendió también que alejó a su hijo Miles; no lo supo querer. Diana, su nuera, fue quien al final lo acompañó en su tránsito a la muerte, hasta el punto de que ella sentía que moría con él(¿Otra forma del amor?). La misma Diana que cuando vio por primera vez a su suegro, fue incapaz de mirar a ese reducto de hombre y de permanecer por mucho tiempo en ese cuarto que parecía una mazmorra asfixiante.


Diana, quien fue infiel y que también le fueron infiel, entendió el verdadero sentido de ese amor total que se entrega sin esperanzas, el sueño de Bruno. Tanto lo entendió que, con afecto y sin rencor, veía de lejos a su marido y a su hermana, quienes en algún momento la engañaron, los observaba como una mujer madura que ve jugar a los niños en el parque. Infantes que juegan al amor, pero uno pueril y egoísta. Ese amor eros que es como una tela de araña en la que caemos todos como insectos en la espera, sin saberlo, de ser devorados.


(2024)




Libro abierto cubierto de hojas de otroño

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