No soy muy amigo del cine, y menos de la literatura, en donde el dolor es perfecto, pero también el camino de la redención. En donde hay un final feliz, porque sí, porque si no lo hay, no es posible ganarse un Óscar, así sea necesario torcerle el pescuezo al argumento o a la historia, porque tiene que haber un final feliz. Me gustan los finales felices, no se vaya a pensar mal de mí, sobre todo si me suceden a mí o a aquellas personas a las que quiero, que a decir verdad son casi todas, salvo contadas excepciones, con las que tampoco paso al odio. La vida es muy corta para odiar, eso digo hoy; «yo no sé mañana», como diría Luis Enrique en su salsa. A estos últimos les deseo justicia divina, o poética, al menos.
Esas películas en donde el dolor, la redención y el final feliz son perfectos, me recuerdan a un cine inspiracional o de superación personal o coaching, en donde el mensaje está teledirigido y no deja al espectador pensar por sí mismo, eso no me gusta. Sin embargo, he de decir que respeto a quien le agrade esto, ni más faltaba.
¿Un sueño posible es solo un sueño? O por dentro hay una pesadilla
En esa línea se filmó la película The blind side, que en español conocimos como Un sueño posible (2009). Dirigida por John Lee Hancock, estelarizada por Sandra Bullock, Quinton Aaron, Kathy Bates, entre otros. Para quienes no la recuerdan, en resumidas, trata sobre cómo una pareja adinerada, los Tuohy, allí está Sandra Bullock, acogen como familia a un casi adolescente gigantón afroamericano (Michael Oher), ayudándole a impulsar su naciente carrera en la NFL, lo que llamaríamos nosotros en Latinoamérica la Liga de Fútbol Americano (Sí, de ese en donde los jugadores se ponen unos cascos y camisetas con hombreras para protegerse de la violencia deportiva, el deporte más popular de Estados Unidos). La historia a su vez está basada en un libro The Blind Side: The Evolution of a Game(2006), escrito por un Michael Lewis, que ha ganado su buen dinero con esta clase de literatura testimonial, porque hay que decir que la película en cuestión es, como dice la frase gastada, un caso de la vida real.
Toda esta larga introducción para decir que el filme, que llegue a ver por partes, no completo, porque intuía de que iba la historia, en el sentido de ese cine «inspiracional teledirigido», que como lo dije antes, no es tan de mi agrado, se prolongó o extendió de la ficción (o la realidad empaquetada) hacia la vida real como si de una secuela se tratara; o de una segunda parte en donde los personajes se arrancan los antifaces de bondad, para mostrar otro rostro, otra máscara, (¿cuántas máscaras podemos tener los seres humanos? Una pregunta como para escribir una novela), otra más cruda, sin el favor de un guion de cine.
A principios de este año 2023, nuestro gigantón afroamericano, Michael Oher, ya retirado de su actividad deportiva, inició un proceso judicial en contra de los Tuohy, porque según él, la familia se aprovechó económicamente de su historia en común y su imagen, para ganar dinero, primero con el libro y después con la película. Pero él, Oher, no había recibido nada. Además de que también hizo saber que no operó para con él una figura de adopción, sino otra de tutela legal a la que el exjugador se acogió antes de cumplir 18 años, supuestamente con esta figura, los Tuohy podían administrar el dinero recibido por el libro y la película. El matrimonio ha negado las acusaciones y a su vez respondieron que ellos no manejaron este dinero por él y que le habían transferido a su nombre, USD138.000, 00 (desagradecido, podrían decir algunos, qué más quiere).
La película recaudó, USD300.000.000,00 y nuestra querida Sandra Bullock, recibió un premio Óscar a mejor actriz por el largometraje (desagradecidos, qué más quieren). Michael Oher se queja, además, porque en la película (quizás también en el libro) lo retratan casi como un incapaz con algún leve problema cognitivo. A lo que él se defiende diciendo que era consciente de que si quería triunfar el deporte debía dar el 100%, eso lo tenía claro antes de conocer a la familia Tuohy. También tenía claro, que debía alejarse del círculo vicioso de sus parientes y buscar nuevos espacios para dejar atrás el componente de mala influencia que ellos transmitían. En resumidas cuentas, eso no lo piensa un tonto.
No voy a ser yo quien vaya a decir quién tiene la razón, que lo definan los jueces con todas sus evidencias, en un proceso en el que ha intervenido incluso hasta Michael Lewis, el autor del libro, en favor de la familia Tuohy.
La realidad supera la ficción, una frase que, a pesar de su uso, envejece bien
¿Y si es una historia testimonial por qué la mencionó como ficción? Habríamos de hacernos las siguientes preguntas para entender la primera ¿Cuánto de lo que se cuenta en el libro es un fiel reflejo de la realidad? Si los protagonistas de la historia aún viven ¿Cuántas realidades se ocultaron o se suavizaron?
¿Si en el libro se maquilló la realidad, podríamos considerar que entonces lo que se contó obedece a los mecanismos de la ficción?
Es por esto por lo que cuando leo un libro de memorias tengo que leerlas con el filtro de la duda razonable. Las historias pueden ser relatadas por sus propios protagonistas, por medio de reportajes o por escritores fantasmas. A veces sin mala intención, los protagonistas pueden ocultar algún hecho, todos tenemos nuestro sesgos. La memoria, después de cierto tiempo, puede ser también selectiva. El personaje que cuenta sus «verdades» ahora, por diversas circunstancias, puede ser distinto al de su juventud, producto, quizás, seguramente, de la vida vivida.
Y llega la realidad a destrozarlos todo con su dosis de pasado
De tal forma que, sea cual sea la circunstancia, esa vida edulcorada que se nos narra en la película que dio origen a esta conversación, con su dolor cosmético y su redención de telenovela, se fisura por un proceso judicial en donde los personajes escriben una segunda parte, una secuela más cruda en la que no cabe ya el mensaje de fábula moral.
Y así pasó con el afamado ciclista norteamericano Lance Armstrong, ganador de siete vueltas a Francia, la carrera más prestigiosa del calendario internacional. Un hombre, como no, al que debemos reconocerle su lucha contra el cáncer, de la cual salió vencedor, lo que a su vez lo convirtió en modelo e inspiración y le permitió publicar un libro autobiográfico It's Not About the Bike: My Journey Back to Life; en español, Mi vuelta a la vida (2000) escrito en coautoría con Sally Jenkins. En este libro habla de su vida desde la infancia y de su lucha contra la enfermedad.
Lance ganó siete vueltas a Francia ayudado, como años después el mismo confesaría a la entrevistadora Oprah Winfrey (2013), por un sofisticado esquema de dopaje. El mito de la superación personal contó la realidad de su vida y su lucha, en un libro que le mereció elogios e invitaciones especiales a la Casa Blanca por parte del, entonces, presidente de los Estados Unidos, G.W. Bush (2002). Después destroza ese legado con uno de los engaños más sonados del deporte mundial. Un mito que colapsa bajo su propio prestigio. Un honroso libro de memorias, que cuenta con una segunda parte no escrita, pero manchada por la trampa. Otra máscara que se cae para dejar ver un rostro desfigurado distinto al de un libro testimonial de superación personal.
Allí mismo podríamos incluir al atleta paralímpico surafricano, Óscar Pistorius, quien todavía purga en una cárcel el haber asesinado de manera violenta a su esposa, Reeva Steenkamp (2013). Aunque este no alcanzó a publicar libro, quedaron numerosos artículos, notas y documentales que dejaban ver la estela de este atleta semi nuclear que superaba todas las adversidades.
La realidad es aumentada de la peor manera
Pasar de héroe a villano es muy fácil, somos demasiado frágiles. Y tenemos una sociedad y unos medios de comunicación depredadores, dispuestos a graduar de héroes y villanos, de malos y buenos en un santiamén y, si son personajes de la vida pública, mejor. Pero al contrario, ¿será tan fácil pasar de villano a héroe? Me temo que no. Creo que no alcanzaría solo con un libro, las manchas de la malicia son más difíciles de borrar. El camino de la redención en la vida real podría requerir de varios libros o varias temporadas para una serie de televisión.
El cine y la televisión tiene la necesidad de fabricar heroísmos, de crear personajes que alimenten su voracidad de historias originales, así como a sus estados financieros y, es por eso, por lo que a cada tanto, vemos cómo se van sucediendo ese tipo de producciones audiovisuales. Colombia, evidentemente, no es la excepción y hemos tenido que ver las parrillas de los canales privados y servicios de streaming, biopics de futbolistas, cantantes de música popular, ciclistas, todos ellos vivos para filtrar lo quieren contar o cómo lo quieren contar.
Sale de mi deseo que un futuro tuviésemos que mirar, como en una cuarta dimensión o una realidad aumentada, cómo se resbalan las caretas de los mitos y brotan otras máscaras que dibujan la crudeza de otra realidad menos amable, como si se tratara de una matrioska (muñecas rusas) abierta para un público nocivo, nosotros. Y tal vez en la mayoría de los casos esto no suceda, al fin de cuentas los ejemplos que he relatado con más detalle en este escrito se salen de lo convencional.
Pensándolo bien, ser famoso trae sus desventajas. Subir es difícil, pero la caída por lo general suele producir un gran estruendo.
(2023)
Fuentes:
https://www.casadellibro.com.co/libro-mi-vuelta-a-la-vida/9788466311526/909463
https://georgewbush-whitehouse.archives.gov/news/releases/2002/09/20020918-5.es.html
https://bigthink.com/perception-box/michael-oher-the-blind-side/
https://www.relevo.com/nfl/sandra-bullock-oscar-historia-denuncias-20231111134510-nt.html#
Sobre Óscar Pistorius, me agencié de la diversa información que reposa en Internet.
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